Powered By Blogger

miércoles, 7 de abril de 2010


A fuego lento
(manjares que se enfriaron en la mesa)



Hay sujetos tan irrevocablemente ciegos!! De ceguera tan … patológicamente histérica. Es así como conocí a uno que supo ganarse la reputación.

Era de público conocimiento que al fulano le gustaba la buena mesa, el buen vino y en honor a la verdad a mí también, por lo que quise agasajarlo preparándole un manjar digno de un avezado comensal y de paso para sentirme orgullosa de mis habilidades y esmeros.

Le presenté un bocatto di cardenale sobre blanco mantel bordado, bien armónica su organización en el plato, buen diseño de la composición de sabores, en composé los colores de los distintos ingredientes, especialmente sazonado y de un perfume exquisito, te diría que irresistible. Demás está decir que lo acompañaba una botella de malbec, un vino con mucho cuerpo, intenso bouquet y de la mejor calidad que se produce en la Cordillera de los Andes argentina.
Sentada me quedé esperando la respuesta de rigor, que por supuesto nunca llegó.

Se me ocurrió que tal vez estuviera resfriado, pero lo más probable es que no haya podido asimilar lo que se desplegaba frente a él. Por el contrario, a mi me pareció que apetito sentía porque me hablaba de algo que se estaba “cocinando” aunque lamentaba que se viniera demorando, a lo que yo le respondí “a fuego lento”, lo que se cocina a fuego lento es más sabroso, pero se nota que tuvo una urgencia de fuga ya que improvisó una despedida rapidita con un “bueno, sigo laburando, beso”.

Yo insistí, como siempre lo hago cuando me interesa hacer alarde de mis dotes culinarias, y por si acaso no se hubiera dado cuenta. Le sugerí que se detuviera en el fondo de cocción, a mi modo de ver es lo más interesante y sobre todo si uno se permite untar el pancito en ese extracto concentrado de sabores, descartando que podría ayudarlo a aflojar la ansiedad por la espera, saboreando de antemano lo atractivo que sería cuando por fin pudiera sentarse a la mesa y degustarlo en su totalidad. ¿cómo lo ves? Le pregunté, pero no hubo caso che.

Se me antoja que por ese entonces el hombre podría haber estado un tanto anoréxico, afectado por el intenso calor del mes de enero o por ahí se le pudieron haber quemado algunos neurotransmisores por el excesivo trabajo intelectual, impidiéndole hacer uso de sus 5 sentidos, ya que no logró tentarse con mi platillo.
No tiene idea de lo que se privó, está claro que no lo pudo ver o no quiso, vaya uno a saber. Lo maravilloso del tema es que paradójicamente la conversación terminó con un “veo que si” de su parte.

En fin… ya lo reza el refrán “no hay peor ciego que el que no quiere ver” ¿debería probar con Braile?

Naa !! me parece que en realidad le da lo mismo cualquier sandwichito.