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viernes, 16 de abril de 2010

Escamas sin luz



Áspero letargo
Acre trago
Ropa vieja sin color
Ausencia de vos

Me inquieta
Y me aletarga
Me envuelve el sopor
De saberte inane

En insomnes madrugadas
Soy sábana sin arrugas
Almohada sin olor
Hueco en el colchón

Me escurro en
La parsimonia
Del tic tac del reloj
Me escabullo de mí

Instantes eternos
Recorrido sin fin
Aurora que no llega
Fantasma de cenizas

En ronda fugitivos
Los recuerdos
Zigzaguean tangentes
Evaporándose

A quién en esta hora
De escamas sin luz
Escribo versos
De agua y sal

miércoles, 14 de abril de 2010



Danza con Pan

Urgentes preparativos para llegar al lugar, contratar el transporte ubicar a los chicos y convocarlos, establecer los horarios de llegada y regreso, organizar la comida y las actividades, no estaba sola me acompañaban dos mujeres muy dispuestas, yo en tanto repasaba mentalmente todo para no olvidar algo, no me perdonaría dejar el termo con agua caliente para el mate.

Llegamos, los chicos como siempre bajan en tropel del colectivo y a correr, los varones pelota en mano, y las nenas con sus mochilas buscando algún tronco para sentarse a charlar.
Nosotras a la cocina a preparar jugo y acomodar los víveres para la jornada.

Un paraíso el lugar, bosque frondoso y a su vera dunas de arena, tras ellas el mar. Juegos en la playa, almuerzo y caminata, unos cuantos cimarrones para la fogata en la playa, y otros tantos deseos susurrados al oído de las caracolas que arrojadas al mar los devolverían hechos realidad.

El sol comenzaba a bajar, ya había disminuido notablemente la claridad cuando apareció él por entre las ramas del sauce, lo miré y me saludó entonces me acerqué. Vestía ropa clara, eso creo y el pelo suelto caía sobre sus hombros; no podía ver claramente su rostro por un bucle que le tapaba la mitad del córneo perfil, lo reconocí por su voz, sonido de flauta inconfundible.

Caminó hacia mí y cuando estuvo muy cerca extendió sus brazos ahora desnudos y tomándome por la cintura me levantó. Era muy alto y fue un vértigo que me dio, el que me obligó a rodear su cintura con mis piernas, así encaramada lo abracé, su torso tibio me abrigó y sus piernas de fauno se prepararon para dar un brinco que nos elevó hasta la cúspide de un abeto, para volver a tocar el suelo tan súbitamente y retomar el vuelo en un fluir de saltos.

Ya no éramos dos aferrados, nos habíamos ensamblado, nuestros pechos latían una misma melodía, mis piernas de bailarina ceñidas a él en una alianza armoniosa marcaban el ritmo de los saltos.

En los intervalos entre el cielo y la tierra reíamos a carcajadas y éramos felices dejándonos llevar por esa danza sincrónica y bella, pero fue el último de los cuatro y con extrema suavidad me depositó en el verde cubierto de crujientes hojas cuyos tonos entre ocres y rojos alcanzaba todavía a visualizar.

Quise danzar un poco más, me gustaba demasiado pero él determinando que ya era suficiente, se despidió con un beso y se alejó perdiéndose entre el follaje azul verdoso que proponía la luz de la poderosa luna sobre el manto añil frente a un rojo sol agonizante.

El día estaba terminando y todos a bordo del transporte me esperaban para retomar el camino a casa, mi cuerpo regresó con ellos pero mi espíritu se quedó en el bosque, en la negra espesura junto a Pan.
“Pan, el todo, el espíritu ilimitado del Alma del mundo, tiene que encontrar un límite, una medida para manifestarse, por eso necesita al hombre, para que le dé su medida. Pero, a causa de la caída del hombre, el gran Pan ha perdido al auxiliar imprescindible de su arte y le busca para volverse sensible y expresarse.
Por su parte, al volverse inconsciente, “el hombre extraviado en este mundo de exilio va al Pan sabido antes, el Todo que vive y piensa. Pero, en sueños, este Pan le engaña, pues vagabundea sin cuerpo”.
Los verdaderos artistas y los testigos del dios Pan son los grandes poetas. No olvidemos que Pan es hijo de Hermes, el dios de la palabra. La magia es la creación por el Verbo, la creación de los poetas. Entonces Pan es el todo corporificado, o sea, el espíritu reunido con el cuerpo.”
Fragmento del artículo MITOLOGÍA: El misterio del dios Pan. Carlos del Tilo
































lunes, 12 de abril de 2010


Desapego
(Ensayando posibilidades )


Estar seguros, no correr riesgos para no sentir que se vulnera nuestro efímero equilibrio, el cual se sostiene gracias a las rutinas que nos imponemos para armarnos una coraza que nos proteja de lo incierto, de aquello que a pesar de hacernos hervir la sangre y generarnos adrenalina y endorfinas, de provocarnos la sensación de fluir con la vida, nos da miedo o lo que es peor nos da pereza, porque a pesar del vértigo que nos provoca nos obliga a sostenernos en nuestros deseos más profundos, a trabajar duro con nosotros mismos para que la magia perdure, y entonces preferimos inexplicablemente acomodarnos en terrenos conocidos, que podemos manejar, buscando algunas alternativas que nos “movilicen” de vez en cuando para no sentirnos muertos, es más fácil.

Pero aún así no estamos seguros, nunca lo estaremos, podremos perder la conciencia y funcionar en piloto automático por un tiempo, pero los resabios de ella recorriendo nuestra mente a cada instante nos van a perturbar con nuevos deseos y entonces la necesidad de despertar será la impronta que marcará nuestro destino.

Cuando nos acostumbramos a vivir merced a la mirada de un “otro” cuando este se retira, por decisión o por imposición, nos sentimos como a oscuras, nos cuesta encontrarnos, perdimos la brújula y es difícil darnos cuenta que la rosa de los vientos la llevamos dentro, como un chip, que nos direcciona en función de nuestros deseos que a veces son brisas y otras huracanes.

Si pudieramos simplemente permitirnos aceptar nuestra subjetividad para con nosotros mismos, comprendiéndonos, aceptándonos como somos tal vez la mirada del otro sería como un matiz, un complemento necesario pero no indispensable, una compañía y no una necesidad, una conexión deseada, impulsada por el deseo de compartir sin invadir, de disfrutarse en la diversidad individual, entregándose a esa experiencia como un niño cuando juega, apegado al momento lúdico, compenetrado, en cambio distante, desapegado cuando ya no quiere jugar más y sin por ello olvidarlo para retomarlo cuando le vengan las ganas.

Claro, pero uno reclama ante el menor atisbo de individualismo, uno no se banca no meterse en los espacios que el otro libera ex profeso para generar lazos que luego es difícil desanudar. Podríamos ser libres si quisiéramos pero nos cuesta admitir la libertad del otro, nos cuesta aceptar que no nos “pertenezca” incondicionalmente.


Por eso las relaciones libres son tan esporádicas, tendemos a incrustarnos en el otro, aún sintiéndonos asfixiados nos resulta difícil soltar, cortar, porque dependemos de su mirada para vernos a nosotros mismos, en realidad es un espejismo, pero funciona todo el tiempo, con todo el mundo.

Pensar al otro como un ser totalmente independiente de nosotros, que tiene la capacidad y el derecho de querer estar o de no desear hacerlo, es casi una aberración. Cuando podemos hacerlo es un milagro.

Poder entrar y salir del apego momentáneo que se genera en momentos compartidos donde verdaderamente se disfruta la compañía del otro sin que esto provoque culpa es casi un imposible, tendemos a aferrarnos a la idea de que si nos falta el reclamo por el distanciamiento, entonces no hay vínculo, no hay amor.

Como si amar fuera tan solo eso, estar vinculado a otro todo el tiempo, de manera exclusiva, ¿que pasaría si pudiéramos amar de a ratos, de manera inclusiva, sumando amores en lugar de sustituirlos?
¿Que pasaría si pudiéramos sentir en libertad el amor sin pensarnos dueños del otro, cómo se viviría esa relación?

¿Dejaría de existir la pasión?, o tal vez se la encauzaría viviéndola en el momento justo en que ambos deciden encenderla. ¿Podríamos dejar de soñar con el objeto de nuestro amor, en los intervalos en los que ponemos distancia? O tal vez ese desapego funcionaría como un motor capaz de reavivar la llama del deseo de lo que no se tiene seguro.

En fin, cómo sería me gustaría poder experimentarlo, probar lo que quizás muchos han intentado sin buenos resultados a juzgar por lo que las relaciones personales tienden a ser, tal vez la clave sea encontrarse con alguien que se arriesgue a ensayar en este mismo sentido.