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miércoles, 14 de abril de 2010



Danza con Pan

Urgentes preparativos para llegar al lugar, contratar el transporte ubicar a los chicos y convocarlos, establecer los horarios de llegada y regreso, organizar la comida y las actividades, no estaba sola me acompañaban dos mujeres muy dispuestas, yo en tanto repasaba mentalmente todo para no olvidar algo, no me perdonaría dejar el termo con agua caliente para el mate.

Llegamos, los chicos como siempre bajan en tropel del colectivo y a correr, los varones pelota en mano, y las nenas con sus mochilas buscando algún tronco para sentarse a charlar.
Nosotras a la cocina a preparar jugo y acomodar los víveres para la jornada.

Un paraíso el lugar, bosque frondoso y a su vera dunas de arena, tras ellas el mar. Juegos en la playa, almuerzo y caminata, unos cuantos cimarrones para la fogata en la playa, y otros tantos deseos susurrados al oído de las caracolas que arrojadas al mar los devolverían hechos realidad.

El sol comenzaba a bajar, ya había disminuido notablemente la claridad cuando apareció él por entre las ramas del sauce, lo miré y me saludó entonces me acerqué. Vestía ropa clara, eso creo y el pelo suelto caía sobre sus hombros; no podía ver claramente su rostro por un bucle que le tapaba la mitad del córneo perfil, lo reconocí por su voz, sonido de flauta inconfundible.

Caminó hacia mí y cuando estuvo muy cerca extendió sus brazos ahora desnudos y tomándome por la cintura me levantó. Era muy alto y fue un vértigo que me dio, el que me obligó a rodear su cintura con mis piernas, así encaramada lo abracé, su torso tibio me abrigó y sus piernas de fauno se prepararon para dar un brinco que nos elevó hasta la cúspide de un abeto, para volver a tocar el suelo tan súbitamente y retomar el vuelo en un fluir de saltos.

Ya no éramos dos aferrados, nos habíamos ensamblado, nuestros pechos latían una misma melodía, mis piernas de bailarina ceñidas a él en una alianza armoniosa marcaban el ritmo de los saltos.

En los intervalos entre el cielo y la tierra reíamos a carcajadas y éramos felices dejándonos llevar por esa danza sincrónica y bella, pero fue el último de los cuatro y con extrema suavidad me depositó en el verde cubierto de crujientes hojas cuyos tonos entre ocres y rojos alcanzaba todavía a visualizar.

Quise danzar un poco más, me gustaba demasiado pero él determinando que ya era suficiente, se despidió con un beso y se alejó perdiéndose entre el follaje azul verdoso que proponía la luz de la poderosa luna sobre el manto añil frente a un rojo sol agonizante.

El día estaba terminando y todos a bordo del transporte me esperaban para retomar el camino a casa, mi cuerpo regresó con ellos pero mi espíritu se quedó en el bosque, en la negra espesura junto a Pan.
“Pan, el todo, el espíritu ilimitado del Alma del mundo, tiene que encontrar un límite, una medida para manifestarse, por eso necesita al hombre, para que le dé su medida. Pero, a causa de la caída del hombre, el gran Pan ha perdido al auxiliar imprescindible de su arte y le busca para volverse sensible y expresarse.
Por su parte, al volverse inconsciente, “el hombre extraviado en este mundo de exilio va al Pan sabido antes, el Todo que vive y piensa. Pero, en sueños, este Pan le engaña, pues vagabundea sin cuerpo”.
Los verdaderos artistas y los testigos del dios Pan son los grandes poetas. No olvidemos que Pan es hijo de Hermes, el dios de la palabra. La magia es la creación por el Verbo, la creación de los poetas. Entonces Pan es el todo corporificado, o sea, el espíritu reunido con el cuerpo.”
Fragmento del artículo MITOLOGÍA: El misterio del dios Pan. Carlos del Tilo
































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