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lunes, 12 de abril de 2010


Desapego
(Ensayando posibilidades )


Estar seguros, no correr riesgos para no sentir que se vulnera nuestro efímero equilibrio, el cual se sostiene gracias a las rutinas que nos imponemos para armarnos una coraza que nos proteja de lo incierto, de aquello que a pesar de hacernos hervir la sangre y generarnos adrenalina y endorfinas, de provocarnos la sensación de fluir con la vida, nos da miedo o lo que es peor nos da pereza, porque a pesar del vértigo que nos provoca nos obliga a sostenernos en nuestros deseos más profundos, a trabajar duro con nosotros mismos para que la magia perdure, y entonces preferimos inexplicablemente acomodarnos en terrenos conocidos, que podemos manejar, buscando algunas alternativas que nos “movilicen” de vez en cuando para no sentirnos muertos, es más fácil.

Pero aún así no estamos seguros, nunca lo estaremos, podremos perder la conciencia y funcionar en piloto automático por un tiempo, pero los resabios de ella recorriendo nuestra mente a cada instante nos van a perturbar con nuevos deseos y entonces la necesidad de despertar será la impronta que marcará nuestro destino.

Cuando nos acostumbramos a vivir merced a la mirada de un “otro” cuando este se retira, por decisión o por imposición, nos sentimos como a oscuras, nos cuesta encontrarnos, perdimos la brújula y es difícil darnos cuenta que la rosa de los vientos la llevamos dentro, como un chip, que nos direcciona en función de nuestros deseos que a veces son brisas y otras huracanes.

Si pudieramos simplemente permitirnos aceptar nuestra subjetividad para con nosotros mismos, comprendiéndonos, aceptándonos como somos tal vez la mirada del otro sería como un matiz, un complemento necesario pero no indispensable, una compañía y no una necesidad, una conexión deseada, impulsada por el deseo de compartir sin invadir, de disfrutarse en la diversidad individual, entregándose a esa experiencia como un niño cuando juega, apegado al momento lúdico, compenetrado, en cambio distante, desapegado cuando ya no quiere jugar más y sin por ello olvidarlo para retomarlo cuando le vengan las ganas.

Claro, pero uno reclama ante el menor atisbo de individualismo, uno no se banca no meterse en los espacios que el otro libera ex profeso para generar lazos que luego es difícil desanudar. Podríamos ser libres si quisiéramos pero nos cuesta admitir la libertad del otro, nos cuesta aceptar que no nos “pertenezca” incondicionalmente.


Por eso las relaciones libres son tan esporádicas, tendemos a incrustarnos en el otro, aún sintiéndonos asfixiados nos resulta difícil soltar, cortar, porque dependemos de su mirada para vernos a nosotros mismos, en realidad es un espejismo, pero funciona todo el tiempo, con todo el mundo.

Pensar al otro como un ser totalmente independiente de nosotros, que tiene la capacidad y el derecho de querer estar o de no desear hacerlo, es casi una aberración. Cuando podemos hacerlo es un milagro.

Poder entrar y salir del apego momentáneo que se genera en momentos compartidos donde verdaderamente se disfruta la compañía del otro sin que esto provoque culpa es casi un imposible, tendemos a aferrarnos a la idea de que si nos falta el reclamo por el distanciamiento, entonces no hay vínculo, no hay amor.

Como si amar fuera tan solo eso, estar vinculado a otro todo el tiempo, de manera exclusiva, ¿que pasaría si pudiéramos amar de a ratos, de manera inclusiva, sumando amores en lugar de sustituirlos?
¿Que pasaría si pudiéramos sentir en libertad el amor sin pensarnos dueños del otro, cómo se viviría esa relación?

¿Dejaría de existir la pasión?, o tal vez se la encauzaría viviéndola en el momento justo en que ambos deciden encenderla. ¿Podríamos dejar de soñar con el objeto de nuestro amor, en los intervalos en los que ponemos distancia? O tal vez ese desapego funcionaría como un motor capaz de reavivar la llama del deseo de lo que no se tiene seguro.

En fin, cómo sería me gustaría poder experimentarlo, probar lo que quizás muchos han intentado sin buenos resultados a juzgar por lo que las relaciones personales tienden a ser, tal vez la clave sea encontrarse con alguien que se arriesgue a ensayar en este mismo sentido.

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